Esta fábula de origen zen, nos dice que tarde o temprano la VERDAD resplandece, por lo que cuándo estás con el alma limpia, el tiempo pone las cosas en su lugar. Por esa razón la mentira que puede provocar cierto nivel de confusión y rechazo hacia una persona, en algún momento se convierte en respeto, admiración y amor hacia ella.
En un monasterio vivía una persona con mucha sabiduría, conocido en toda la región por su gran corazón, elevada virtud y amplío sentido de la bondad. El maestro como le llamaban todos los de la comarca, era muy querido y respetado, siendo consultado por todos en situaciones de importancia.
Así pasaron muchos años y el prestigio y la admiración hacia el maestro cada día crecía, hasta que un día una joven de 14 años salió embarazada. Al preguntarle quién era el padre, sin pensarlo dijo que era el maestro.
Todos quedaron sorprendidos, pero ante la afirmación categórica de la joven virgen, una multitud de dirige a la casa del sabio bondadoso, para indagar sobre la situación presentada. Este los oye y con mucha serenidad les dice, que el tiempo se encargará de poner las cosas en su lugar, porque ya el rumor estaba esparcido por todas partes.
El rumor siguió aumentando y el maestro comenzó a ser repudiado por una gran parte de la comarca, quienes no sólo le daban crédito, sino que lo difundían. El maestro quedó aislado, sin que nadie se atreviera a visitarlo, ni a tener comunicación con él.
El tiempo pasó y lo joven dio a luz a un hermoso niño, por lo que de nuevo una multitud se dirigió a la casa del maestro y le entregó el niño. El sabio lo recibió sin ningún comentario y sólo se limitó a decir, que el tiempo pondría todo en su lugar.
Después de varios meses, la muchacha confiesa que el verdadero padre del niño es un joven de la comarca y que por temor no se había atrevido a decir la verdad.
La multitud se dirige de nuevo a la casa del maestro, le explican que la joven confesó, le piden perdón por haber dudado de él y le solicitan que le devuelva el niño.
El sabio como siempre, con seguridad y serenidad, les dice de nuevo, que el tiempo pone siempre las cosas en su lugar, procediendo a entregarle el niño sin ninguna queja ni protesta.
Esta fábula nos enseña, que en ocasiones la mentira puede imponerse de manera circunstancial, creando distorsión en la mente de una gran cantidad de personas, pero al final la verdad se eleva y prevalece.
No hay mejor juez que el tiempo, es prudente y paciente, pero al final es eficaz y divino. Por esa razón cuando surja una calumnia, sea por confusión o dirigida con malas intenciones, tómalo con calma, porque la verdad en el momento indicado, saldrá victoriosa y prevalecerá sobre la mentira.