Este cuento nos ilustra de cómo sobre un mismo hecho, se tienen interpretaciones diferentes, dependiendo de la óptica y el lugar en que nos encontremos. “Nada es verdad no mentira, sino del color del cristal con que se mira”.
En plena Edad Media al Papa por influencia de algunas personas de su entorno, se disponía a expulsar los judíos de Roma. Al enterarse de la actitud del sumo pontífice, los judíos se reunieron y decidieron nombrar una comisión para hablar con este sobre el tema.
El Santo Padre al oír los argumentos de los comisionados, les propuso que nombraran un representante para discutir con él sobre teología en público, por lo que si salían victoriosos le permitiría quedarse
Después del encuentro con el Papa, nadie quiso aceptar el reto, entendiendo que no era posible ganarle un debate a la máxima autoridad de la Iglesia. En esa situación el portero que oye la discusión, dice que estaba dispuesto a ir al debate y como nadie estaba positivo lo eligen como representante.
El día del debate el Santo Padre se presenta con toda la parafernalia eclesiástica y el portero llega con una pequeña comisión de judíos.
Comienza el debate y el Papa enseguida levanta un dedo hacia el cielo, a lo que responde el portero señalando hacia el suelo. El Papa entonces levanta el dedo mayor y lo mantiene firme ante el porteo, quien hace lo mismo, pero con tres dedos señalando al Papa.
Un poco desconcertado el Sumo Pontífice, entra su mano en un bolsillo y saca una manzana, el portero hace lo mismo y saca una rodaja de pan. El Papa exclama: “El representante judío ha ganado el debate y por lo tanto podrán quedarse en Roma”.
Los cardenales rodean al Papa y le preguntan qué había pasado, ya que el debate fue tan rápido que no lo pudieron seguir. El Papa le dice: “Ese hombre es un brillante teólogo y un maestro del debate”. Comencé señalando con un gesto de mi mano, queriendo decir que el universo pertenece a Dios, y él señaló hacia abajo recordándome que hay un lugar llamado infierno, donde el demonio es el único soberano.
Entonces levanté mi dedo para Indicar que Dios es uno, y él levantó tres dedos para indicar que ese Dios por igual se manifiesta en tres personas. Ante ese genio de la teología quise desviar el debate hacia otro terreno y saqué una manzana para darle a entender que según los últimos descubrimientos modernos, la tierra es redonda. Entonces él sacó una rodaja de pan, para recordarme que según la biblia la tierra es plana, por lo que no tuve más remedio que reconocer su victoria.
Los judíos, en cambio, le preguntan al portero lo que había pasado, el cual, indignado, les dice que todo fue una tontería. Primero, el Papa hizo un gesto con la mano queriendo decir que todos los judíos teníamos que abandonar Roma, entonces hice una señal hacia abajo, para que supiera que no pensábamos movernos.
Entonces él me sañala con un dedo, queriéndome decir que soy un idiota, yo lo señalo con tres dedos, diciéndole que era tres veces más idiota que nosotros, por ordenar que saliéramos de Roma.
Finalmente, él saca su almuerzo y yo saco el mío.
Este relato nos enseña que unos ven las cosas a su manera y otros en sentido opuesto, aun tratándose del mismo tema, haciendo que un sabio luzca un ignorante y que un idiota parezca un sabio.