Si no sueltas, todo seguirá igual.(42)

(Fuente externa)

                  “APRENDER A DEJAR IR, ES LA CLAVE DE LA FELICIDAD”.

                    BUDA.

       Un viejo pescador que vivía en una aldea cercana al mar, había dedicado toda su vida a la pesca con atarrayas, lo que le había permitido sostener a su larga familia por décadas. Todos los días al amanecer tiraba su red y luego iba al mercado a vender la pesca del día.

         Una mañana que el pescador tiró su red, pudo notar que con los peces le llegó un gran diamante, el cual resplandecía con su luz brillante y única. Era un diamante muy grande, quizás al más enorme observado hasta el momento.

               A partir de ese instante la vida del pescador cambió por completo, la alegría y felicidad que siempre lo acompañaron, dieron paso a un estado de ansiedad y miedo de perder el diamante. Ya no dormía pensando que se lo podían robar, en ocasiones no salía a pescar porque el temor de perder el diamante lo paralizaban. 

            Tampoco se atrevía a proponer la venta del diamante, por el miedo a que pensaran que se lo había robado a alguien. Su vida se volvió compleja, la mente nunca estaba tranquila, los pensamientos le producían ansiedad y turbulencia emocional. Esa familia que por décadas vivió tranquila y en paz, ahora se debatían en medio del caos y la incertidumbre.

          En medio de ese estado mental, el pescador decidió acudir donde un gurú que vivían en una montaña cercana, a quien le planteó su situación. El sabio budista, lo escuchó, tomó el diamante y lo lanzó al mar. El pescador reaccionó sorprendido y le preguntó la razón de haber hecho eso.

          El sabio le contestó, que lo hizo para devolverle la libertad, ya que no era él que poseía al diamante, sino lo contrario, el diamante lo poseía a él. Por lo cual se había convertido en un prisionero de su propia mente y eso jamás le iba permitir sentir alegría y felicidad.

             El pescador entendió la situación y a partir de ese día las cosas volvieron a la normalidad, la unión, la armonía y el amor familiar volvieron a predominar en su hogar. Las preocupaciones desaparecieron, el sueño regresó con tranquilidad y  su habitual labor de pesca matutina con su red volvió a la normalidad. Llegó de nuevo la LIBERTAD.

      ENSEÑANZA:

    Este relato budista nos ofrece una gran lección de vida, de que el apego a cosas materiales es la base del sufrimiento. Mientras el pescador vivía en libertad, disfrutaba de su trabajo y de su familia, aún con las limitaciones económicas que tenía. 

         Desde que apareció el diamante y con ello el apego a la piedra preciosa, la tranquilidad, la paz, la alegría y la felicidad desaparecieron, para dar paso al miedo, la ansiedad y la angustia, todo producido por el apego. El sufrimiento de inmediato se instaló en su mente y ya jamás pudo tener un momento de quietud mental.

           No se puede observar esta filosofía budista, con el criterio de que para ser feliz se tiene que ser un monje y no tener aspiraciones ni propósitos. Lo que debemos aprender del budismo, es que las cosas materiales no deben poseernos a nosotros, ni permitir que se instalen y adueñen de nuestra mente, porque si lo hacemos, el “éxito”, dará paso a un constante y doloroso sufrimiento.

       Solo si llegamos a adquirir un alto nivel de conciencia, podremos disfrutar de manera libre lo que poseemos, sin vivir en una permanente ansiedad por lo que no tenemos. Hay que vivir en el momento, en el ahora, dedicándonos con pasión y entusiasmo a lo que hacemos.

            Esto lo puedo resumir en otro cuento budista, que nos dice que un empresario muy rico de la época, fue a visitar a Buda y le dijo que lo ayudara, ya que, a pesar de su éxito económico, no tenía tranquilidad mental, por lo que vivía perturbado y preocupado. Buda le dijo que tenía que practicar el desapego, para poder comenzar a tener paz y tranquilidad espiritual.

    El empresario entonces le dijo, que si le estaba pidiendo que abandonara sus negocios y se refugiara en el monasterio. Buda le dijo que no era eso lo que debía de hacer, sino mantener sus negocios y refugiarse en su corazón. Esto nos dice que según el budismo, una persona puede ser exitosa económicamente y llevar una vida espiritualmente correcta. 

     Tenemos que ganarle la batalla al ego, domando la mente, porque si no lo hacemos, donde quiera que vayamos, las preocupaciones y la turbulencia mental nos acompañarán. Nos podría pasar como a una persona que se fue al Himalaya huyéndole al ruido de una mente intranquila, pero todo seguía igual, ya que se había llevado con él la causa de su sufrimiento, que eran sus propios PENSAMIENTOS.

        NO IMPORTA DONDE VAYAS, SINO SUELTAS TODO SIGUE IGUAL.

Redacción

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