Esta fábula que tiene como centro un árbol, nos indica hasta dónde puede llegar el amor desinteresado, el amor sin condiciones, pero al mismo tiempo nos enseña hasta donde es capaz de llegar la naturaleza humana, cuando es dirigida por el ego.
El relato se refiere a un árbol majestuoso, cuyas ramas se alzaban hasta el cielo, siendo como brazos extendidos de los vientos y cuando florecía, llegaban mariposas de todos los colores y tamaños. Cuando daba frutos llegaban aves de tierras lejanas.
Un niño iba todos los días a jugar debajo del árbol, el cual se enamoró de éste, al punto de que doblaba sus ramas altas para ponerlas al alcance del pequeño y que pudiera tomar las frutas. El niño creció, dormía bajo la sombra del árbol, comía sus frutos y en ocasiones se ponía una guirnalda hecha con sus flores, para actuar como un rey.
El niño siguió creciendo y empezó a subirse al árbol para columpiarse en sus ramas, lo cual hacía sentir muy feliz al árbol. Con el paso del tiempo el chico comenzó a alejarse del árbol por sus nuevas responsabilidades, haciéndose una persona muy ambiciosa.
Un día que pasaba frente al árbol, éste le gritó, que lo esperaba todos los días, pero no había vuelto a hacerle compañía. El chico le preguntó: Que tienes para que vuelva a tí?. ¿Que me puedes ofrecer?, porque lo que busco es dinero y tú no tienes. El árbol le respondió que no tenía dinero, pero en él brotaban flores, crecían frutos, ofrecía sombra protectora, danzaba la brisa y las aves cantaban canciones.
El chico insistió en que nada de eso le importaba, ya que lo que buscaba era dinero. El árbol entonces le ofreció sus frutos para que los vendiera e hiciera dinero. El chico de inmediato se subió al árbol y tomó todos los frutos, incluyendo hasta los verdes y se marchó sin ni siquiera voltear para dar las gracias. Al árbol ese no le importó, porque el chico aceptó su ofrenda de amor.
Después de muchos años y el chico convertirse en adulto, fue a visitar al árbol, quien al verlo se puso feliz, pero éste con indiferencia le manifestó quería una casa y que si él podía dársela. El árbol le dijo que no tenía casa, aunque si deseaba podía cortar sus ramas y construir una casa.
El hombre buscó un hacha y cortó todas las ramas, dejando al árbol como un tronco desnudo. Se alejó sin inmutarse, construyó la casa y pasaron los años. El árbol esperaba sin cesar, quería llamar al hombre, pero no tenía ramas ni hojas que le dieran voz.
Con el tiempo el hombre se hizo viejo y se detuvo frente al árbol y éste le preguntó que más podía hacer por él. El anciano le dijo que quería ir a tierras lejanas a ganar dinero por lo que necesitaba una barca para viajar. El árbol sin pensarlo le ofreció el tronco para que construyera la barca.
Me alegra ser tu barca y ayudarte a viajar a tierras lejanas para que ganes dinero dijo el árbol. El hombre buscó una sierra, taló el tranco, construyó una barca y se marchó. El árbol quedó reducido a un pequeño tocón.
Aun así, el árbol esperaba el regreso de su amigo, pero no le quedaba nada que ofrecer. El árbol esperó, quería tener noticias de aquel hombre para morir feliz, lo cual nunca pasó.
Esta fábula tiene un mensaje conmovedor, pero real, de que por más amor que sientas, no puedes permitir, que personas sin empatía y ambiciosas, penetren en tu vida, con el sólo objetivo de aprovecharse de tus sanos sentimientos.