Durante mi niñez, la navidad era una época realmente ansiada, era única, por las mañanitas, cánticos navideños llevadas a nuestros vecinos y amigos. Los jengibres, la misa del gallo y por supuesto el puerco asado a la puya en el patio de mi casa.
Lo del cerdo era todo un proceso, porque el día previo a servirlo en la cena, todos los niños del barrio observamos su sacrificio en el patio del vecino Nino Méndez. Hoy día esto es visto como algo que va en contra de la salud mental infantil.
A esto seguía el lavado del mondongo, patitas y vísceras, que luego eran unidos en un rico “pipián”, que comíamos esa noche de cena en víspera de Navidad. Mientras, el puerco era sazonado para que tarde en la noche, mi abuelo, “viejolo”, lo colocara en la puya para asarlo hasta el otro día, en un lecho de brasas ardientes durante esa noche y parte del día siguiente, para servirlo en la cena de navidad, preparada por mami y mi abuela Isabel.
Alrededor de esa mesa navideña de una vivienda humilde, disfruté oyendo anécdotas, cuentos y entre risas, llegaba la hora de ir a dormir, para esperar que el 25 día del niño Jesús, nos dejara algún juguete, que por lo general era proporcional a las carencias económicas de nuestra familia. Lo cual no impedía que pasáramos ese día felices, jugando con nuestros humildes regalos, sin compararnos con los niños que se portaran bien o mal recibían bicicletas, patines, grandes muñecas y artículos inimaginables en nuestras ingenuas mentes.
Con los años la magia de la navidad se transformó por la realidad de que ella no ocultaría nunca la desigualdad de nuestra sociedad y que ella es la más clara y dolorosa prueba de la diferencia entre ricos y pobres, pese a que todos somos iguales ante Dios y la Constitución.
De ahí que ahora vivo mi nostalgia navideña y comprendo que la navidad debe celebrarse desde el corazón, en amor familiar y desde el conocimiento pleno de que su verdadero sentir es el de compartir y ejercer la solidaridad con los olvidados de la suerte.
Las navidades para mí son recuerdos felices, mezclados con la nostalgia de que ya los seres que la hicieron especiales no están. Mis abuelos, mis padres, algunos de mis hermanos, y otros miembros de la familia que han partido de este mundo.
Por razón de su ausencia mi espíritu navideño casi desaparece, aunque no puedo evitar que me embargue esta nostalgia navideña, que me hace sentir la esperanza de que la navidad llegue a todos los hogares y que en este año nuevo reine la paz en el mundo.
Desde mi nostalgia les deseo feliz navidad.
Asimismo. Pasan estos días navideño entre alegría y nostalgia.
Abrazos.