En la obra, Fuente de Sabiduría, hay dos relatos que nos muestran la importancia de la solidaridad, tanto cuando sale del corazón, como cuando es el resultado de circunstancias inesperadas.
El primer relato se refiere a dos hermanos que eran dueños de una granja, la cual producía una gran cantidad de granos, los cuales se repartían en partes iguales. Uno de los hermanos era casado con 5 hijos y el otro era soltero.
Durante mucho tiempo eso funcionó sin ningún contratiempo, hasta que el hermano casado comenzó a pensar que no estaba siendo Justo, porque él tenía mujer y 5 hijos, lo cual le permitiría en la ancianidad tener mucho apoyo y nada le faltaría. En cambio, su hermano necesitaba ahorrar más, ya que cuando envejeciera no tendría a nadie que lo cuidara.
Por eso todas las noches vertía un saco de granos en el granero de su hermano, el cual también empezó a pensar que no era Justo, porque él era sólo y su hermano tenía 6 personas a quien mantener, por lo que sus necesidades eran mayores que las suyas. Desde ese día comenzó también a levantarse de noche y a vaciar un saco de granos en territorio de su hermano.
Una noche, ambos se encontraron a mitad de camino con un saco de granos sobre sus espaldas. Ese lugar, luego de muertos ambos, fue declarado un sitio sagrado por la comunidad, que erigió un templo en honor al amor y la solidaridad.
El otro relato se refiere a dos méndigos que vivían en un bosque, una era ciego y al otro le faltaban las dos piernas. Se pasaban el tiempo en disputa por quien ocupaba el mejor lugar para obtener más limosna.
En un momento que ambos estaban enfrascados en una discusión, se inició un incendio en el bosque, que al poco tiempo ya llegaba cerca de ellos. ¿Qué hacemos ahora preguntó el ciego?, el manco duro unos segundos en responder, hasta que el calor del fuego, les hizo compartir una idea.
El manco se subiría en los hombros del ciego, desde donde iría indicando la ruta, la cual era seguida al pie de la letra por el ciego, hasta que con esa estrategia lograron salir sanos y salvos del siniestro.
Esto nos enseña la importancia de la solidaridad, ya que no sabes en que momento vas a necesitar al vecino. Ser solidario nos abre puertas, nos facilita una mejor forma de vida, nos ayuda a ser mejores seres humanos y sólo cuesta una pisca de amor.
En el devenir de nuestra existencia debemos dejar a un lado los rencores y resentimientos, porque cada día nacemos e iniciamos la vida, dejando atrás lo pasado como un recuerdo almacenado en nuestro subconsciente.
Buda en una ocasión realizaba bajo un árbol su acostumbrada meditación, cuando llegó una persona con mucha ira, procediendo a inferirle duros insultos, que culminaron con una escupida en la cara. El maestro sé quedó tranquilo e impertérrito, guardando absoluto silencio.
Al día siguiente el agresor se presentó donde Buda, arrepentido a pedirle perdón, quien le respondió con total calma, que no tenía nada que perdonarle, ya que la persona que él escupió ya no era él y quien lo escupió tampoco lo era. El hombre ante esa respuesta cayó de rodillas y a partir de ahí se hizo uno de sus seguidores y fiel discípulo.
La solidaridad y el amor siempre dan mejores resultados, que el odio y el rencor, los primeros producen paz y tranquilidad en el alma y lo segundo, incertidumbre, perturbación, inseguridad, ansiedad y confusión mental.
En la vida mejor decídete por ser solidario, porque si tomas el camino del odio y la venganza, tendrás que marchar por el mundo, acompañado siempre de dos tumbas.
